sábado, 19 de abril de 2014

Las Cruzadas



Las Cruzadas:

Las Cruzadas fueron expediciones emprendidas en cumplimiento de un solemne voto para liberar los Lugares Santos de la dominación musulmana. El origen de la palabra se remonta a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas  .

Básicamente, parece que fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente, aunque se declararan con principio y objeto de recuperar Tierra Santa para los peregrinos, de los cuales los turcos selyúcidas, una vez conquistada Jerusalén, abusaban sin piedad, a diferencia de los sarracenos, que trataban a los cristianos con más respeto. Además, el emperador bizantino Alejo I solicitó protección para los cristianos de oriente al papa Urbano II, quien en el concilio de Clermont de 1095 inició la predicación de la cruzada. Al terminar su alocución con la frase del Evangelio «renuncia a ti mismo, toma tu cruz, y sígueme» (Mateo 16:24), la multitud, entusiasmada, manifestó ruidosamente su aprobación con el grito Deus le volt, Dios lo quiere.1 2

Posiblemente, las motivaciones de quienes participaban en ellas fueron muy diversas, aunque en muchos casos se puede suponer también un verdadero fervor religioso.



 






concilio de clermont papa urbano II

Doc.1: Urbano II en concilio de Clermont 

  1. ¿Cuanto duro el concilio?
  2. ¿Cual era el principal objetivo del papa?
  3. ¿Qué se celebro el 27  de noviembre ?
  4. ¿A  que se refería el papa con que se comprometieran ?
Tras la llamada de auxilio del Imperio Bizantino, representado por el Rey Alejo I Commeno: Emperador del imperio bizantino entre 1081 y 1118, el Papa Urbano II convoca el Concilio de Clermont donde se reunieron tanto eclesiásticos como laicos de la Iglesia católica y que desencadenó la Primera Cruzada.

El Concilio duró desde el 18 hasta el 28 de noviembre de 1095 y asistieron unos 300 clérigos de toda Francia. Urbano trató las reformas cluniacenses y confirmó la excomunión al rey francés Felipe I por su segundo matrimonio, se estableció también la prímacia de la sede de Lyon sobre la de Sens y Reims.

Aunque el principal objetivo del Papa era anunciar y pedir la ayuda para el imperio bizantino, para defenderse de la amenaza Turca y así mismo aprovechar para emprender una cruzada contra los infieles que ocupaban la ciudad de Jerusalén y que amenazaban a los peregrinos que se embarcaban en la peregrinación a Tierra Santa.

El jueves 27 de noviembre, se celebró una sesión pública y era tal en número de religiosos y seculares que se concentraron en la localidad, que el Papa ante la imposibilidad que todos pudieran entrar en la Catedral, pidió que le Inatalaran el Trono papal en una plataforma al aire libre en una explanada fuera de la ciudad. Urbano habló por primera vez de los problemas en el este y declaró la guerra santa (bellum sacrum) contra los musulmanes que ocupaban Tierra Santa. No solamente prometió el perdón de los pecados a los voluntarios, además les invitó a tomar aquellos dominios ocupados y salvar a la humanidad de los infieles.

Se le atribuyen al Papa Urbano II, estas palabras entre otras:

“Quienes lucharon antes en guerras privadas entre fieles, que combatan ahora contra los infieles y alcancen la victoria en una guerra que ya debía haber comenzado; que quienes hasta ayer fueron bandidos se hagan soldados; que los que antes combatieron a sus hermanos luchen contra los bárbaros”

“Comprometeos ya desde ahora que los guerreros solucionen ya sus asuntos y reúnan todo lo que haga falta para hacer frente a sus gastos; cuando acabe el invierno y llegue la primavera, que se pongan en movimiento, alegremente, para tomar el camino bajo la guía del Señor. Recordaos lo que dijo Mateo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”

Urbano que era un gran orador enfervorizó a las masas y caló hondo entre la multitud que lo interrumpió a gritos de “Deus le volt” (Dios lo quiere). Otros dicen que fue el Papa quién pronunció estas palabras pero no se sabe a ciencia cierta.

Al acabar su discurso el Obispo de Puy (Ademar de Montiel) se arrodilló delante del papa y le pidió unirse a santa expedición. En ese momento cientos de hombres hicieron lo mismo. Según relata Roberto el Monje, también el Cardenal Gregorio se puso de rodillas y empezó a rezar en voz alta el Confiteor (Yo Pecador).

Prometió a todos los que se unieran el perdón de los pecados, que sus bienes se pondrían bajo la protección de la iglesia, siendo el responsable el obispo local, que se los devolvería intactos cuando volvieran de tierra santa.

También decidió que todo el que asistiera a esta Guerra Santa, se colocará una cruz de tela roja en el hombro de su sobreveste (Ver Glosario).

Todo el que abrazara la cruz debía hacer voto de ir a Jerusalén. Si alguno se volvía antes de llegar o después de comprometerse se negaba a ir seria excomulgado.

A los clérigos no les estaba permitido abrazar la cruz si no tenían el permiso de su obispo o de su abad.

Tampoco se debía permitir acudir ni a ancianos, ni enfermos, ni mujeres, ni niños, cosa que fue imposible de conseguir sobre todo en la llamada “Cruzada de los Pobres”, dirigida y convocada por Pedro el Ermitaño.

Les pidió a todos que estuvieran dispuestos a partir el 15 de Agosto del año siguiente, encontrándose todos los ejércitos que partieran de diferentes países en Constantinopla.

Fue nombrado jefe de la expedición el Obispo de Puy Ademar de Montiel, con esto el Papa quería dejar claro que la expedición estaba bajo el mando de la iglesia.










Primera cruzada
Mucho más organizada fue la llamada Cruzada de los Príncipes (denominada habitualmente en la historiografía como la Primera Cruzada) cerca de agosto de 1096, formada por una serie de contingentes armados procedentes principalmente de FranciaPaíses Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos grupos iban dirigidos por segundones de la nobleza, como Godofredo de BouillónRaimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento.
Durante su estancia en Constantinopla, estos jefes juraron devolver al Imperio Bizantino aquellos territorios perdidos frente a los turcos. Desde Bizancio se dirigieron hacia Siria atravesando el territorio selyúcida, donde consiguieron una serie de sorprendentes victorias. Ya en Siria, pusieron sitio a Antioquía, que conquistaron tras un asedio de siete meses. Sin embargo, no la devolvieron al Imperio Bizantino, sino que Bohemundo la retuvo para sí creando el Principado de Antioquía.
Segunda Cruzada
Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o francos, como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y perdurar. Los dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I y Balduino II fueron gobernantes capaces que expandieron su reino a toda la zona situada entre el Mediterráneo y el Jordán, e incluso más allá. Rápidamente, se adaptaron al cambiante sistema de alianzas locales y llegaron a combatir junto a estados musulmanes en contra de enemigos que, además de musulmanes, contaban entre sus filas con guerreros cristianos.
Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida, entre los musulmanes iba creciendo el espíritu de yihad o guerra santa agitado por los predicadores contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos.

 Tercera cruzada
Las intromisiones del Reino de Jerusalén en el decadente califato fatimí de Egipto llevaron al sultán Nur al-Din a mandar a su lugarteniente Saladino a hacerse cargo de la situación. No hizo falta mucho tiempo para que Saladino se convirtiera en el amo de Egipto, aunque hasta la muerte de Nur al-Din en 1174 respetó la soberanía de éste. Pero tras su muerte, Saladino se proclamó sultán de Egipto (a pesar de que había un heredero al trono de Nur al-Din, su hijo de sólo 12 años que murió envenenado) y de Siria, dando comienzo la dinastía ayyubí. Saladino era un hombre sabio que logró la unión de las facciones musulmanas, así como el control político y militar desde Egipto hasta Siria.
Como Nur al-Din, Saladino era un musulmán devoto y decidido a expulsar a los cruzados de Tierra Santa. El Reino de Jerusalén, regido por el Rey Leproso, Balduino IV de Jerusalén, quedaba rodeado ya por un sólo Estado. Balduino se vio obligado a firmar frágiles treguas seguidas por escaramuzas, tratando de retrasar el inevitable final.
Tras la muerte del rey Balduino IV de Jerusalén, el Estado se dividió en distintas facciones, pacifistas o belicosas, y pasó a convertirse en rey, debido al enlace matrimonial que mantenía con la hermana del fallecido patriarca, el general en jefe del ejército unido de Jerusalén: Guido de Lusignan. El mismo apoyaba una política agresiva y de no negociación con los sarracenos y abogaba por su sometimiento y derrota en combate, cosa a la que sus detractores se oponían habida cuenta de la inferioridad numérica que los cristianos tenían ante las tropas de Saladino. La radicalidad religiosa y el apoyo al brazo más radical de la orden de los Templarios en sus ataques a diversas localidades y estructuras sarracenas desembocarían en un enfrentamiento final entre Guy de Lusignan y el propio Saladino. De hecho, se hace culpable a Guy de lusignan de la derrota y pérdida de Jerusalén por su obsesión en enfrentarse al ejército de Saladino y su falta de visión para la protección de la ciudad y de sus habitantes.



 
Cuarta cruzada

Tras la tregua firmada en la Tercera Cruzada y la muerte de Saladino en 1193, se sucedieron algunos años de relativa paz, en los que los Estados francos del litoral se convirtieron en poco más que colonias comerciales italianas. En 1199, el Papa Inocencio III decidió convocar una nueva cruzada para aliviar la situación de los Estados cruzados. Esta Cuarta Cruzada no debería incluir reyes e ir dirigida contra Egipto, considerado el punto más débil de los estados musulmanes.
Al no ser ya posible la ruta terrestre, los cruzados debían tomar la ruta marítima, por lo que se concentraron en Venecia. El dux Enrico Dandolo se coaligó con el jefe de la expedición Bonifacio de Montferrato y con un usurpador bizantino, Alejo IV Ángelo para cambiar el destino de la cruzada y dirigirla contra Constantinopla, al estar los tres interesados en la deposición del basileus del momento, Alejo III Ángelo.



5. Quinta cruzada
La V Cruzada fue proclamada por Inocencio III en 1213 y partió en 1218 bajo los auspicios de Honorio III, uniéndose al rey cruzado Andrés II de Hungría, quien llevó hacia oriente el ejército más grande en toda la Historia de las Cruzadas. Como la IV Cruzada, tenía como objetivo conquistar Egipto. Tras el éxito inicial de la conquista de Damieta en la desembocadura del Nilo, que aseguraba la supervivencia de los Estados francos, a los cruzados les pudo la ambición e intentaron atacar El Cairo, fracasando y debiendo abandonar incluso lo que habían conquistado, en 1221.

 

 Sexta cruzada
La organización de la VI Cruzada fue un tanto audaz. El papa había ordenado al emperador Federico II Hohenstaufen que fuera a las cruzadas como penitencia. El emperador había asentido, pero había ido demorando la partida, lo que le valió la excomunión. Finalmente, Federico II (que tenía pretensiones propias sobre el trono de Jerusalén) partió en 1228 sin el permiso papal. Sorprendentemente, el emperador consiguió recuperar Jerusalén mediante un acuerdo diplomático. Se autoproclamó rey de Jerusalén en 1229 y también obtuvo Belén y Nazaret.


Séptima cruzada
En 1244 volvió a caer Jerusalén (esta vez de forma definitiva), lo que movió al devoto rey Luis IX de Francia (San Luis) a organizar una nueva cruzada, la Séptima. Como en la V, se dirigió contra Damieta, pero fue derrotado y hecho prisionero en El Mansurá (Egipto) con todo su ejército.

 octava cruzada
25 años después; Luis IX de Francia una vez más organizó otra cruzada, la octava (1269), el plan era desembarcar en Túnez y moverse en tierra hasta Egipto; esto fue propuesto por Carlos de Anjou rey de Nápoles, con la intención secreta de aniquilar la competencia de los mercaderes tunecinos. Desembarcaron desconociendo que había una epidemia de disentería en la región, Luis fue infectado y murió a los pocos días. (1270).
Aunque algunos papas intentaron predicar nuevas cruzadas, ya no se organizaron más y, en 1291, tras la caída de San Juan de Acre, los cruzados evacuaron sus últimas posesiones en Tiro, Sidón y Beirut. A fin de cuentas, el único triunfo relevante de la Cristiandad durante los dos siglos de más de ocho cruzadas fue la toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon en la primera cruzada en el año 1099, la cual, a pesar de las matanzas de sarracenos y judíos (hombres, mujeres y niños), logró sostener la Ciudad Santa por muchos años, y encontró los objetivos marcados inicialmente por los defensores de la idea de reconquistar la tierra llamada santa para los cristianos de Europa.

Consecuencias de las cruzadas


Las cruzadas tuvieron grandes consecuencias en los aspectos político, económico y cultural:

CONSECUENCIAS POLÍTICAS Y MILITARES. 
• Por una parte, gracias a las campañas cruzadas, se impidió que los turcos y árabes intentaran la conquista de Europa; además se retraso la caída de Constantinopla en manos turcas al menos cuatro siglos.

• Por otra parte, los soldados cruzados se acostumbraron a la disciplina y perfeccionaron el arte militar compaginándolo con algunas tácticas musulmanas.

CONSECUENCIAS CULTURALES. 
• Otro aspecto en el que influyeron las cruzadas, fue en los intercambios de culturas (cristianos, judíos y musulmanes) que tuvo lugar ya que en varias ocasiones y por un tiempo tuvieron que convivir juntas. Así pues, las personas de ambas culturas intentaron respetarse entre ellas desapareciendo mutuas aversiones.

• Además los Europeos, al llegar a Tierra Santa, se dieron cuenta que aquella cultura era muy superior a la suya. De este modo intentaron aprender de los árabes que estaban muy adelantados en el mundo de la medicina, cirugía, filosofía, química y matemáticas.

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS. 
• Los incesantes viajes y los contactos con Oriente, fomentaron en gran medida el comercio. Puertos como el de Venecia, Génova, Marsella… se vieron positivamente influenciados. 

• Se importaron nuevos alimentos como la caña de azúcar, las especias, el moral... 




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